Enc. en tapa dura de la editorial con sobrecubiertas. 681 pp. Ilustrado con láminas a toda página. Cardes editores. La Llana de Ques (Asturias), 2006.

«El autor comienza su meditación por quien descubrió al hombre, Sócrates. Existió el humanismo porque existió Sócrates, y después vinieron sus discípulos, Platón y Aristóteles, que siguieron pensando al hombre y, al pensar al hombre, descubrieron a Dios. Platón se convirtió en un ser divino a base de pensar en el hombre y después Aristóteles descubrió que el fin último del hombre es buscar la sabiduría: «Todos los hombres tienden por naturaleza al saber».Los estoicos después sustituyeron el saber por la felicidad: hicieron de la búsqueda de la felicidad una filosofía, al igual que los ascetas y los místicos cristianos.Creo que donde más a gusto se siente Antonio Portero es con los místicos, los grandes místicos españoles del XVI, Fray Luis, Santa Teresa, San Juan de la Cruz. Y con toda la razón. No solo por la calidad literaria de nuestros místicos, sino por la profundidad de su pensamiento. En los místicos se funden de una forma difícilmente explicable la filosofía griega, la teología cristiana y la poesía de los Salmos bíblicos. ¿Por qué los místicos son felices? ¿En qué consiste la felicidad de los místicos? Estamos seguros de que es distinta de la de los estoicos: «Todos los hombres, hermano Galión, quieren vivir felices», así comienza el De vita beata de Séneca. Pero era una felicidad reservada a los aristócratas, aunque ellos, ingenuamente, se la quisieran extender a todos los hombres.»